Los mejores herreros del mundo llegaron al país para compartir sus saberes y técnicas; promueven que el material se use cada vez más en la decoración
El martillo pega fuerte sobre el yunque. ¡Clanc! La sierra eléctrica avanza sobre una barra de acero con un zumbido agudo que desprende una bocanada de chispas anaranjadas. Mientras las llamas de las fraguas, quemando carbón mineral o gas de garrafas, le ponen más calor a la tarde del viernes en los jardines del edificio de la excervecería Munich, frente a la Reserva Ecológica de Costanera Sur. Los responsables de la ruidosa fiesta metálica son más de 30 herreros de distintas partes del mundo, principalmente de los Estados Unidos, que llegaron al país con un objetivo: despertar un oficio dormido durante décadas y en peligro de extinción.

El artista chileno José Flores (der.) supervisa los trabajos de la escultura que será el símbolo del encuentro Crédito: Hernán Zenteno
Unidos al grupo Forjadores Argentinos le dan vida al segundo Encuentro Internacional de Herreros de Buenos Aires que finalizará hoy tras cuatro días de clases, talleres y trabajos participativos destinados a estudiantes de Bellas Artes, orfebres, artistas plásticos, herreros y artesanos de otras especialidades.
Los principales receptores de las técnicas que llegan desde el exterior son las nuevas generaciones de forjadores. Con ellos se apuesta a producir una revolución en el manejo del hierro para, además de aplicar el método a los trabajos en obra, incorporar el concepto decorativo como ocurre en otros países.
Una de las figuras en metal que se hicieron Crédito: Hernán Zenteno
“Los grandes maestros argentinos se llevaron sus conocimientos a la tumba porque los secretos no se compartían. Por eso, el objetivo del encuentro es compartir los saberes y que vengan los mejores del mundo es un privilegio”, cuenta Fabián Rossi, miembro de Forjadores Argentinos, uno de los responsables de empezar los encuentros con sus colegas estadounidenses.
Todo comenzó en 2014 cuando Jerry Coen, un forjador de bronce de California, llegó a la Argentina para estudiar la prevalencia de la herrería en Buenos Aires y se propuso generar un proyecto que renueve los oficios relacionados con la restauración. Desde ese momento, los herreros argentinos se fueron convocando por redes sociales hasta formar un grupo de 3000 integrantes en todo el país (hoy llegan a 4500 si se suman los de la región). Ese fue el impulso para organizar el primer encuentro internacional, hace dos años.
“Esta es mi pasión y la quise poner en un proyecto en esta ciudad. Cuando vine a la Argentina por primera vez lo hice con la idea de registrar la preservación y restauración de la herrería, pero ahora la razón es levantar uno de los oficios que están durmiendo hace más de 80 años”, cuenta Coen, un amante del tango y de los íconos porteños, mientras supervisa las distintas zonas de trabajo.
Antes de viajar a nuestro país, los maestros de los Estados Unidos, Chile, España, Uruguay y Brasil confeccionaron herramientas, como martillos, pinzas y cinceles, para donarlas a los herreros argentinos. Y durante el encuentro compartieron sus conocimientos y técnicas para fabricarlas, junto a los alumnos que llegaron de La Plata, Santa Fe, Córdoba, La Pampa y otras provincias. “La facilidad con la que explican es muy buena porque ellos hacen una pieza para que después la arme uno mismo”, se entusiasma Yamil Andalle, cuchillero de Anisacate (Córdoba) al terminar una de las clases. “Me llevo un martillo y una pinza. Voy a tratar de hacer más herramientas porque en las ferreterías no se consiguen”, agrega.

Ellen Durkan, de Texas, una de las maestras participantes Crédito: Hernán Zenteno
Los participantes rotan por los grupos en los que los maestros enseñan las técnicas para fabricar herramientas, hacen trabajos artísticos, explican los secretos del repujado y cincelado, proyectan esculturas o muestran las técnicas de arte usable, utilizada para fabricar diseños aplicados a la moda. La estrella del encuentro de esa especialidad es Ellen Durkan, de Texas, que camina entre los yunques y fraguas portando un corsé hecho por ella misma con piezas de hierro.
“Hace diez años comencé a fabricar vestidos en metal. Es arte, se usa en performances y modelaje”, explica. En los Estados Unidos, cuenta Durkan, hay muchas forjadoras de hierro, como no ocurre en la Argentina. Sin embargo, del encuentro participaron varias mujeres interesadas. “Les parece muy atractivo el concepto. La gente responde con mucho interés porque es diferente al arte decorativo conocido en la herrería”, agrega.
La primera convocatoria, hace dos años, se realizó en la Plaza Irlanda de Caballito como una prueba piloto. Tras esta segunda experiencia, la intención es organizarla cada dos años. “Sería una buena forma de seguir incentivando a la juventud con los mejores maestros de un oficio tradicional que se fue perdiendo en todo el mundo”, adelanta Darío Klehr, director del Museo de Esculturas José Perlotti.
Cuando todas las fraguas se apagan solo se escuchan los martilleos sobre una barra de metal que se repiten en serie de tres golpes. Tres mujeres son las que manipulan las herramientas de gran porte, dándole continuidad a un movimiento rítmico que no se detiene. Primero una, luego otra, después la tercera. Están manipulando una de las piezas para construir un sillón mecedora que quedará como el símbolo del encuentro. Aunque en este caso, el principal legado de la reunión de artesanos son los conocimientos que transmitieron a los herreros y artistas argentinos.